viernes, 7 de noviembre de 2008

Prudencia? Fidelidad? ¿de qué se trata?

¡Estamos hartos! ¡Basta de impuestos!¡Basta de opresión! ¡Violencia por todos lados, no nos dejan expresar, no nos dejan vivir! ¡Nos matan a nuestros hijos! ¡Ya no pueden salir! ¡No tienen trabajo ni dignidad!¡Hay una miseria insoportable! Encima nos peleamos entre nosotros. Hasta en la comunidad: que si sos de uno, que si sos de otro... ¡Hasta cuándo!¡Cuánto tendremos que aguantar!

Así estaban en el siglo primero las comunidades cristianas y la sociedad en general. Así estamos veinte siglos después en la sociedad y en la Iglesia. Y esto se hace notar en la carta de Pablo a los Tesalonicenses: Cristo vuelve pronto a terminar con todo esto. El fin está cerca. Algo similar sucede en los últimos capítulos de Mateo, en particular el 24 y 25, inmediatamente antes de la Pasión. Es el anuncio del fin y cómo debemos prepararnos. Es la preocupación de la comunidad cristiana que encuentra en el Señor Resucitado la respuesta a tantas angustias que los oprimen y que no los dejan vivir. El Señor Resucitado es el sentido de sus vidas en medio del desastre y la confusión (tengan en cuenta que en el momento de escribir los evangelios, los romanos arrasan con Jerusalén destruyendo el Templo y a todos los que se oponían a ellos: las comunidades cristianas se escapan y los judíos inician la larguísima «diáspora»).

Si vamos a la parábola, ésta está en el inicio del capítulo 25 de Mateo (que leemos íntegro estos próximos tres domingos, hasta terminar el año litúrgico con la fiesta de Cristo Rey). Y viene inmediatamente después del último gran discurso con rasgos apocalípticos del capítulo 24. Y lo importante de esta parábola no son los detalles sino precisamente la imagen global que nos deja. Vamos a verla:

Para estar preparado en la hora decisiva en que venga el esposo, la hora del grito (v.6), es preciso prepararse inmediatamente, porque entonces será demasiado tarde (vv.8ss). En el plano de la imagen, prepararse significa hacer “antes” una provisión de aceite (no queremos interpretar aquí qué significa el aceite para la vida de los discípulos, porque el texto no nos lo dice y no queremos optar por una interpretación «espiritualista»). Si seguimos leyendo el capítulo 25 –y es la opción litúrgica de la Iglesia- podemos decir que estar preparados, estar provistos de aceite, equivale a cumplir fielmente una misión recibida (25,14-30 = parábola de los talentos = próximo domingo) y, más todavía, ayudar a quienes son más pequeños entre los hermanos del Hijo del Hombre (25,31-46 = “porque tuve hambre y me diste de comer, desnudo y me vestiste” = fiesta de Cristo Rey). Entonces, nuestra interpretación del contexto literario anterior a esta parábola (24,4-41) y del conjunto del Evangelio (p.e. los capítulos 5-7 de Mateo) hace que prefiramos esta perspectiva. En particular, pensamos que el aceite de nuestra parábola no es «el fervor espiritual» -el aceite hace pensar en una llama...- porque se opone directamente al realismo escatológico y ético de todo este capítulo (acerca del destino final y la concreción y reflexión moral).

Para ver con mayor claridad esta interpretación, compartimos tres cuestiones:

1- El reino no se parece a diez vírgenes sino que en el momento de la manifestación gloriosa sucederá a toda la humanidad como a las diez vírgenes de la parábola. Y las vírgenes son las amigas de la boda en la costumbre judía de celebrar: salen al encuentro del esposo que viene a buscar a su esposa para llevarla a su casa. Es una imagen muy familiar para el ambiente palestinense al cual está dirigido primariamente este evangelio de Mateo. No hay fundamento aquí para interpretar un privilegio de un estado moral sobre otro (la cuestión de la virginidad);

2- La cuestión de las que son prudentes y las que son necias pasa por la provisión de aceite: las prudentes son las que han sido fieles a la misión recibida (por Mt 25,14-30) y han realizado esta fidelidad, hicieron lo que tenían que hacer, saciando al hambriento, vistiendo al desnudo, visitando al enfermo y al preso (por Mt 25,31-46);

3- ¡qué egoístas las prudentes que no le dan aceite!!! Pero no es así: la fidelidad no es posible prestar, el hecho de hacer-se fieles es imposible compartirlo. Tod@s recibimos una misión que compartimos pero la fidelidad es respuesta personal –que se hace comunitaria en el hecho de hacerlo junt@s-. La exhortación a la vigilancia: velar ahora es precisamente haber llenado los frascos, es decir, ser fieles a la misión (“está bien, servidor bueno y fiel, porque fuiste fiel en lo poco te encargaré de mucho más “; Mt 25,21.23) y ser felices por haber servido al Señor Resucitado en los pequeños (“vengan, benditos de mi Padre, porque recibirán en herencia el Reino, porque tuve hambre y me diste de comer...Mt 25, 34”).

En definitiva, ser discípul@s felices y fieles pasa por esto: estar preparados respondiendo a la misión recibida que es atender a los pequeños.


Hasta la próxima.
Abrazo caluroso.
Diego

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