
Se termina el año. Tiempo de balances, memoria y conclusiones. Tiempo de revisar el camino andado. Leyendo y releyendo el evangelio del próximo domingo pensaba que no son las intenciones ni sólo los sentimientos, sino los gestos de ayuda los que cuentan en el tiempo final. Y este hacer no es una actividad por cumplimiento, no son “las obras de la ley” de las que habla Pablo, oponiéndolas a la “gratuidad de la salvación”. No. Estos gestos de ayuda son consecuencia precisamente de la vida de gracia, es decir, de la misma vida regalada de Dios, de ese «encuentro de amores y libertades» que hacen de nuestra vida una vida plena.
En esta situación tan inestable, con tantas incertidumbres, conocer estas certezas ayudan a seguir. Por todos lados encuentro posibilidades de responder a estas invitaciones. A veces sale. Muchas no.
Saben que soy de un pensamiento complejo. Y que lo que en algunos aspectos tengo de operativo, en otros lo tengo de vueltero. Siento que me faltan reflejos. Respuestas más decididas y jugadas. Prestarle mucha más atención a la intuición que a la reflexión. Estoy trabajando en eso. Dejando lastres y costumbres que me pesan. Y buscando estar más ágil para una pronta acción.
Fidelidad a la misión. Misión posible. Búsqueda continua. Acción urgente. Tarea por delante. Puesta en marcha.
Hasta la próxima.
Abrazo de gol.
Diego
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