(Número 8 - Diciembre 1998) |
Nos surge la necesidad de compartir con ustedes la historia de un amigo que eligió el camino de estar siempre listo para servir a los demás. Es la historia de Pablo César Barton, un muchacho de 22 años con muchos amigos y amigas, muchos proyectos personales y para el batallón, un muchacho con mucha alegría para brindar, teniendo siempre una sonrisa en su boca y que decidió dar su vida por los demás al salvar a dos chicos que se encontraban en una situación peligrosa en las aguas del río Loro, en la provincia de Tucumán.
La historia de Pablo como la de cada uno de nosotros comenzó a escribirse desde el minuto cero de la gestación. Un 4 de diciembre, más precisamente de 1974, Jorge y Stella recibieron con gozosa alegría y esperanza la llegada a la vida de Pablo y no percibieron que su hijo traía consigo tanto amor, tanta alegría para dar y recibir. Su familia lo acompañó siempre en cada uno de los momentos, participando de sus alegrías, sus tristezas, en los logros y desaciertos, tratando siempre con amor de no dejar espacios vacíos.
Sus años de estudio lo vieron pasar por el colegio Tierra Santa en el cual, terminó siendo uno de los mejores promedios de todo el colegio a lo largo de su primaria y por el " SANFRA ", al que conoció cuando vino a probar que era éso de ser " Explorador de Don Bosco ". En el SANFRA, Pablo vivió la mayoría de sus años, aparte de estar en el Batallón o en el Oratorio, Pablo también fue alumno durante toda la secundaria y en 5º año llevó la Bandera Nacional durante ese año por ser el mejor promedio de todo cuarto año.
A medida que transcurría el tiempo de su niñez y adolescencia, iba descubriendo en distintas personas y circunstancias varios modelos de vida a seguir. Estas personas lo ayudarían a reflexionar y reconocer los dones que Dios le había regalado. Esos dones que serían luego las características principales de su estilo de vida. Educado y rodeado de amor, formado en ambientes sanos y juveniles, no solo aprendió conocimientos generales sino a formarse día tras día en una personalidad con vocación de servicio.
Pablo aceptó sus dones y los vivió en plenitud entregándolos muchas veces hasta el límite. La vida y la fé son dones que Dios ofrece a todos sin distinción.
Su camino siempre fue guiado por la búsqueda de Dios y el amor a quienes los rodeaban.
No sólo se puso al servicio como explorador de nuestro Batallón, sino que al mismo tiempo se abrió a otras misiones donde poder brindarse; por ejemplo en Villa Rubén Sito y La Cava y visitó a las familias de los edificios tomados del barrio. Su actuación en el Movimiento Juvenil Salesiano lo convirtió en centro de unidad de los diversos grupos que concurrían a los cursos del Oratorio y de Exploradores, las pascuas juveniles y las acampadas que Pablo, junto a otros jefes, organizaban. También animó cursos de " Jefes coordinadores ". Dos años más tarde y con muchisima humildad, Pablo se inscribió en este curso para poder seguir perfeccionando su servicio. Lo consideran un gran animador que lograba algo imposible en los tiempos que hoy vivimos: tener tiempo para todo y para todos. La gente que lo conoció subraya la alegría que lo hacía estar cerca de todos .
Reconocía en las miradas, en las palabras y en el corazón de la gente los sentimientos y las necesidades del otro. Con todas estas cosas, se daba cuenta del valor de cada minuto y de cada hora y que cada día es irrepetible. En ese transcurrir del tiempo sintió que había mucho por hacer, por ayudar y construir; mucho por amar. Mientras su fé maduraba, optó finalmente por vivir dedicándose por completo a los jóvenes más necesitados que encontraba en su vida.
Pablo encontró a Jesús en la realidad de cada persona y respondió al llamado, a medida que su vida pasaba por este mundo aprendió que sólo amando al prójimo, a quien se ve, es posible amar de verdad y sin verso a Dios.
Conociendo algo de la rica historia de Pablo a nadie puede extrañarle porque entonces estaba siempre listo, siempre listo para escuchar, para servir, siempre listo para socorrer. Con esa sonrisa, reflejo del alma y esa alegría que nace del corazón de quien siempre buscó, encontró y se atrevió a responder al amor de Dios para los demás.
Al reafirmar su promesa como explorador eligió como lema las palabras de su fiel compañero de siempre " Don Bosco " que dice: " El Señor me puso en este mundo para los demás " y los que lo conocimos, podemos dar fiel testimonio que lo cumplió siempre sin medir las consecuencias.
Sus compañeros, jefes y todos los que conformamos la Comunidad Exploradoril debemos seguir su ejemplo de vida porque no sólo dio la vida por amor sino que la dio por todos nosotros y nos dejó como ejemplo que ser un explorador no es sólo reunirse los sábados, llevar una mochila o cantar. Ser explorador es compartir ayudar y estar siempre al lado del que lo necesite. Vivir sólo tiene valor si lo hacemos con amor y entrega, sobre todo con fe.
el sábado 18 de enero de 1997 en Tucumán, en el campamento de verano.
Explorador del Batallón 1 de Almagro.
Su vida y su muerte inspiró
a Eduardo Meana para la canción
La corriente de la vida.
Diego
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