viernes, 4 de julio de 2008

Aprendiendo


Ya hace una semana que terminó el segundo nivel. Y ponía en mi evaluación personal que la docencia se empezaba a ejercer a partir de ese día. Y que dependía mucho de nuestro nivel de comunicación. Y allí fue el intento desde el primer día. Sin mirar los resultados dispares en estas idas y vueltas, me lanzo convencido que el secreto está en dar y no en recibir.
Tres realidades de esta semana.

Con LR somos amigos. De esos que no es bueno presentar porque te dejan mal parado con alguna contestación poco digna de mi condición (jajaja). Nos queremos y así nos peleamos. En mi ausencia, lo tuvieron que operar. Antes de entrar al quirófano tuvo miedo de morir. Y lloró mucho. El martes, apenas me vio, quiso charlar conmigo. Está distinto. Más sosegado. Quizá porque la cicatriz todavía no cerró definitivamente. Quizá porque algo pasó en su corazón. Y en su mente. Y en su acción. Al contarme que tuvo miedo, volvió a llorar porque se daba cuenta que valoraba todo lo que habían hecho por él. Su mamá, su papá, su familia. Y que no quería separarse de ellos. Me conmovió. Semejante historia familiar y el valor que tiene para un adolescente la presencia. Y me contó que su papá no faltó nunca los tres años en la visita a su hermano preso. Y que lo llevaba a él cuando lo dejaban pasar. Que su mamá se desvive por él y por sus nietitos, que aunque estén medio dispersos (porque la vida no es tan ordenada), sabe de ellos, los ama y se los hace saber.
Me hizo pensar y rezar cuánto tengo que aprender de muchachos como él. Y me hizo acordar que, como don Bosco, aprendemos con ell@s, con sus necesidades, con sus urgencias.

Otra. El miércoles, en los buenos días al secundario, les conté del curso en Quito. Y les conté de mis compañer@s de aventuras. Y les conté de la canción No le aflojés (se acuerdan? Cristo te llama, nos llama, te envía y te pide que no le aflojés). Bueno. La cantamos juntos (no salió muy bien, el frío hace estragos) cantándola con mis amig@s, en 14 países y lugares distintos. Y me emocionó.

El jueves, otra vez los buenos días. Ahora estábamos mejor sentad@s. Nos veímos tod@s. Retomé un cuento que contaron el martes (y que lo publiqué en el blog) Y como el 9 de julio es el día de la independencia argentina –conquista y tarea continua- hablamos de esto de las dependencias y ser libres. Y como es un momento de oración, también, les contaba la pasión de don Bosco por rezar con sus muchachos y lo que lograba. Y les conté lo de 1846 y la sanación que le atribuye a sus muchachos. Y a sus oraciones. Y les conté que yo creía en lo mismo. Así que rezamos un Avemaría. Para mí, distinta. Nueva. Como cada día.

Bien. Ya basta por ahora. Hoy me desperté con una linda música y pensando en Quito, recordé cada palabra con la que sintetizábamos la experiencia del segundo nivel. No recordé todas exactamente, pero la mía resuena todavía: compasión. Y en eso estamos. Como el evangelio del domingo, Jesús estremecido por tal descubrimiento en donde Dios se revela a los humildes. Y al decir de Jon Sobrino: los pobres le revelan a Jesús quién es Él. Osado, no? Y muy posible. Porque la locura del Dios de Jesús anda por ahí. APRENDIENDO.

Hasta el abrazo.
Diego

No hay comentarios: