Estamos en el capítulo 10 de Mateo, donde después de muchos signos, curaciones y milagros, sigue el envío y las recomendaciones para los que son enviados. Y está escrito para una comunidad creyente que está jugándose la vida por creer en Jesús y su Reino. Con todas las consecuencias que esto trae. Y parece ser que están con miedo. Y para transformar el miedo, nada mejor que ir a lo esencial. A lo primero. A lo básico: la verdad, la vida y el amor. La verdad: “no hay nada oculto que no deba ser revelado”. La verdad no se impone. Se propone y se acepta por su misma fuerza. Y a plena luz del día y para tod@s. Y con la propia vida, dando la vida. La vida: tanto la personal como la social está, en definitiva, en manos de Dios. Nosotr@s tenemos que hacer sólo nuestro trabajo. Responder al amor con el que nos sentimos amad@s. Y la Gehena es el lugar del no-amor, el lugar de los muertos, el lugar donde nos quieren arrojar con tantas «propuestas bonitas» pero carentes de vida. Y muchas veces, para rechazarlas, se tiene que entregar la vida. Es un martirio. Un modo jugado de confesar nuestra fe. El amor: que nace del íntimo conocimiento que Dios tiene de nosotr@s. El amor previniente de Dios, que es capaz de estar hasta en el mínimo detalle de la creación, ¿cómo no va a estarlo con l@s predilect@s de su corazón?
Y esta es nuestra mayor seguridad, por la cual estamos dispuest@s a dar la vida: somos íntima y profundamente amad@s por Dios. No hay razón más potente para caminar por esta vida, lanzarnos a esta apasionante aventura de vivir, a esta dramática actuación a la que estamos invitad@s, que sentirnos y creernos profunda e íntimamente amad@s por Dios.
Sería bueno recordar que hay un proverbio que el texto destacó versículos antes: “El discípulo no es más que el maestro ni el servidor más que su dueño”. Quien quiera ser discípulo de Jesús no puede verse sorprendido ante la incomprensión, la dificultad e incluso la persecución. Fue el destino del Maestro y el discípulo no puede esperar mejor suerte. Se trata de un proverbio muy antiguo. La novedad –Buena Noticia- está en su aplicación a Jesús y sus discípulos y que se halla completado con la relación «servidor-señor». Frente a sus discípulos, Jesús no es sólo Maestro –como puede ser un rabino o cualquier otro maestro en la actualidad – sino que también es su Señor. Esto establece una nueva relación que se encuentra incluida en la primera confesión de fe de la comunidad: “Jesús es el SEÑOR” y que continúa entre nosotr@s con el reconocimiento del señorío de Cristo y en la necesidad, por nuestra parte, de aceptar amorosamente su voluntad.
Por eso, no teman a la verdad, no teman a la vida, no teman al amor. Porque precisamente en la verdad, en la vida y en el amor nos encontramos con Él, nuestro Maestro y Señor. Y en todo esto, no estamos sol@s. Jesús mismo está viviendo el testimonio de nuestra vida, la entrega de nuestro ser, con nosotr@s. Desde siempre es un Dios-que-está. Yo soy el que estoy aquí interviniendo. Ése es su Nombre.
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